miércoles, 5 de febrero de 2014

Todos los días un poco

     Desde finales de diciembre hasta la semana pasada se  estuvo cumpliendo un año de todo.  Un año de que nos mandaron a casa desde urgencias.  Un año desde que algo empezó a ir mal.  Un año desde que la idealización de los nacimientos me cambiaba a dos bebés mugrientos por dos nenes saliendo entubados en una incubadora portátil derecho a UCIN.  Un año desde que les salvaron la vida.  Un año desde una posible negligencia (o no, quien sabe).   Un año desde que una neuróloga nos dijo que si no habíamos tenido hijos hasta ahora era porque la naturaleza era muy sabia. Y nos lo dijo 5 minutos después de llevarnos a hablar a un lugar más tranquilo para darnos las peores noticias.  Todos esos aniversarios los soporté con dignidad.  Bastante bien la verdad.  Pero cuando se cumplieron los primeros 365 días en casa, fue ahí cuando se me vino el mundo abajo.

     Fueron días difíciles (muy difíciles, para ser exactos) pero, ya pasaron.  Muchas cosas contribuyeron en eso, como la reunión con la guardería para replantearnos el año que viene.  Recursos, recortes, asistencia, la decisión final es vuestra pero no. El estancamiento que notan sus médicos este último tiempo, la lentitud de todo progreso, la visita a la neuróloga. Todas esas cosas son las que se van metiendo en la mochila y que en algún lado tengo que descargar para que no me reviente la espalda. Como imaginarán no empecé terapia y utilizo este medio que tengo más a mano. Además le prometí a un buen (gran) amigo que no iba a abandonar esta vez.  No es un mal sitio para desahogarme, la verdad, sobre todo teniendo en cuenta todo el cariño que recibí por diferentes medios después de mi post inicial de diciembre.  Gracias a todos. La verdad reconforta saber que hay red.  Además de confirmar que los que siempre estuvieron estarán, encontré amigos dónde no sabía que los tenía y eso si que no tiene precio.


     La tormenta ya pasó.  A Lucas se lo ve más conectado por estos días y eso es una inyección anímica.  El camino no se antoja corto y estará lleno de altibajos pero que suceso cotidiano no lo está.   Hace un año ya que algo se me rompió adentro en un motín de pedacitos chiquito y que son muy difíciles de reparar.  Cada risa de Joel, cada papá, cada mamá, cada manito al aire ante una canción futbolera.  Cada sonrisa de Lucas, cada muestra de alegría, cada mínima mejora, cada pasito adelante, cada detalle por pequeño que sea me lo empachan.  Todos los días un poco.